La Tercera


A quién le importa el sufrimiento innecesario. Los errores que dieron vida a un rival enterrado. A quién le importa que una goleada humillante sobre la U terminara siendo un apretado triunfo por 3-2. Quién en Universidad Católica se fija en los rostros desencajados del cuadro azul, prácticamente eliminado de los playoffs y a punto de ceder su condición de campeón criollo...
Nadie piensa en eso. No es el momento. Lo que vale es celebrar, saltar junto a la barra y gritar junto con ella, porque al fin los cruzados alcanzan un objetivo importante bajo el mando de Marco Antonio Figueroa. El club estará en la próxima edición de la Copa Libertadores y, como Chile 3, peleará un cupo a la fase grupal. Y para redondear todo, la hazaña se consigue en la cara de un archirrival. Uno que está herido de muerte y que se aferra únicamente a la ilusión (no menor) de avanzar a la semifinal de la Copa Sudamericana.
Paulo Garcés invita a sus compañeros a celebrar en el codo norte del Monumental, el estadio blanco que ayer se tiñó de azul. Y la hinchada responde con sus mejores cánticos. Qué sentido tiene pensar en cómo una victoria por 3-0 corrió peligro. En cómo se arriesgó un primer tiempo fantástico, en el que Rodrigo Toloza (19') y Milovan Mirosevic (36') rubricaron una ventaja que, a esa altura del partido, parecía mezquina.
Porque Católica no debió pedir la hora. No debió recurrir a jugarretas irritantes para ganar tiempo, como las del argentino Damián Díaz, quien magnificó cada falta. La UC no debió darles esperanzas a los azules.
Principalmente, porque los laicos no se merecían ese "regalo". Por más que hayan entregado todo (nadie les puede criticar eso), una campaña no se solventa a puro corazón. El fútbol es un juego y se debe jugar bien. Y la U estuvo lejos, muy lejos, de cumplir con su parte del trato. Tuvo pasajes correctos, sí, pero en el balance general, los de la franja fueron ampliamente superiores. Por masacre.
David Henríquez anotó el 3-0 en el minuto 49'. Ese debía ser el golpe de nocáut, justo cuando José Basualdo había resuelto un cambio de esquema y apostar a la línea de tres en el fondo (en la práctica, esa variación la hizo a los 38'). La despreocupación para marcar al defensor en un córner resumió toda la campaña azul en el Clausura.
Pero, aunque suene ilógico, ese gol de "Davicho" no le hizo bien a Católica. Porque de ser aplicada y vistosa, pasó a ser una escuadra sobrada, casi despectiva. Fue sólo por eso que su adversario impuso sus términos a pura voluntad y llegó a los descuentos con Juan Manuel Olivera (71') y Felipe Seymour (84').
Siguió empujando la U y pudo aguar la fiesta de Católica. Pero de verdad hoy los cruzados no piensan en eso. Cualquier error pasa a segundo plano cuando una meta grande está a la mano. Lo sabrán los azules en la Copa Sudamericana...