por S.T. / De Media Chilena


U. Católica llegaba con el cartel de favorito. No era para menos: la gran campaña realizada a lo largo del torneo de Clausura del equipo comandado por Marco Antonio Figueroa era sencillamente notable. Había perdido un sólo partido durante todo el certamen (contando los playoffs), contaba con una defensa sólida, un mediocampo impecable y una delantera de temer. Mirosevic, Díaz, Silva y Gutiérrez asomaban como las grandes figuras de los cruzados para un título que parecía destinado a los cruzados.
En frente, Colo-Colo llegaba casi derrotado. Un semestre para el olvido bajo el mando de Hugo Tocalli que lo tuvo al borde de la liguilla de promoción y, además, del descenso directo. Un equipo muerto, que resucitó de quién sabe donde. Un equipo que de un momento a otro veíamos como pasaba a la final del torneo de Clausura para enfrentar a ese cuco: a la imbatible UC del Fantasma.
La ida había terminado 2-2, con un gol a último minuto de Hans Martínez para la UC. Los albos quedaron paralogizados y los fantasmas de los primeros meses de la "era Tocalli" volvían a aparecer sobre Pedreros. Pero la confianza estaba a mil. Al igual que en la UC, que con los 2 goles de visita ya comenzaban a probarse la corona. La llave estaba abierta y nadie quería darla por perdida.
Los equipos salían a la cancha del Santa Laura que, en esta oportunidad, iba a albergar la finalísima del torneo. Mayoría de hinchas cruzados, obvio: de las 17.000 entradas a la venta, 3.000 fueron para los hinchas albos. La UC con su tenida habitual y Colo-Colo de negro. Nada que ver con el futuro que se le venía.
Himno nacional que se escuchaba muy poco en el estadio, las barras cantando (irrespetuosamente, sobre todo) y nadie pescando. La gente quería ver fútbol.
Pablo Pozo pitaba y no iba ni un minuto de partido cuando el Santa Laura, sin toda la gente acomodada, estalló de júbilo cuando Rodrigo Valenzuela anotó el primer gol para la UC (específicamente a los 23 segundos de partido). Gol que lo dejaba cada vez más cerca del título y dejaba a Colo-Colo más herido de lo habitual.
Pero algo pasó después de ese gol. La UC, extrañamente, se echó atrás. Los jugadores no corrían y no metían como habitualmente lo hacen. Sí lo hizo Colo-Colo, que, herido, fue a buscar el gol que le diera el empate a como dé lugar, pero con algo que a lo largo del semestre no mostró en demasía: buen fútbol.
Así, a los 13 minutos ("el minuto de la suerte", como diría Palma) hubo un tiro libre de Macnelly Torres (previa falta de Jorge Ormeño) que fue a dar a la cabeza de Ezequiel Miralles. El portero cruzado, Paulo Garcés, alcanzó a manotear levemente el balón, pero no contaba con la astucia de Charles Aránguiz, que se cruzó como quiso por el área y la pelota le llegó chanchita a la cabeza y la metió dentro del arco. Era el empate transitorio para los albos que celebraban, puesto que poco a poco tenían la esperanza de llevarse el título.
La UC no apretaba el acelerador. Seguía metida atrás. Seguía jugando a cuidar el resultado, en vez de ir a buscar el partido para asegurar un marcador más abultado. Y dejaba jugar tranquilamente a Colo-Colo, que seguía acercándose a la portería de Garcés, como avisando que algo más quedaba antes de terminar el primer tiempo. Y así fue.
Esteban Paredes (la figura de la tarde) ya había avisado un par de minutos antes con un disparo que Garcés manoteó como pudo. Pero ahora Paredes no se la iba a perdonar: arrancó casi a mitad de cancha, eludió a cuanto rival se le cruzó (con túnel a Hans Martínez incluído) y definió ante la salida apresurada del meta cruzado. Golazo. Era el 2-1 para Colo-Colo y la cuenta de ahorro de la UC ya se había agotado.
Al comenzar el segundo tiempo, la UC se acordó que estaba jugando una final. Apretó el acelerador con todo, en base a que ahora Colo-Colo era el que estaba esperando el momento propicio para el contragolpe.
El amor propio de la UC pudo más. Y sobretodo el coraje del Pajarito Gutiérrez, que buscó el gol durante todo el partido (de hecho tuvo un tiro en el travesaño a los 39 del primer tiempo) y a los 21 de la segunda mitad tuvo su premio, mediante un genial cabezazo que dejó perpleja a la defensa colocolina y a Cristián Muñoz, el portero albo. Era el 2-2 para la UC y esto llamaba al alargue.
La alegría no le duraría nada a los cruzados, ya que al minuto vendría un tiro de esquina servido por Macnelly Torres y Esteban Paredes se elevaría cual Iván Luis Zamorano Zamora (??) para clavar un cabezazo casi al ángulo y estructurar el 3-2 que, a esas alturas, parecía definitivo. Pero quedaba mucho paño que cortar.
El partido se volvía de ida y vuelta. La UC buscaba pero cada vez con menor intensidad y Colo-Colo buscaba el gol que le asegurara un campeonato para sellar un semestre, en un comienzo, nefasto.
Y el grito definitivo de desahogo lo otorgó el paraguayo Cristián Bogado (que entró por Paredes), quien definió sobre el portero Garcés para anotar el cuarto gol para Colo-Colo. Se sellaba la goleada por 4-2 y el elenco albo bajaba la estrella 29. Y la UC nuevamente se quedaba con las ganas de celebrar su décimo título.
Tocalli desahogaba su alegría y celebraba como un niño junto al presidente colocolino Gabriel Ruiz-Tagle. Era el desahogo para un semestre que comenzó mal y terminó de la mejor manera.
Colo-Colo celebra y a la UC nuevamente se le quemó el pan en la puerta del horno...